miércoles, 28 de septiembre de 2011



La maza de acero de Catriona, la mirada impenetrable de Sophie, la bella e imprevisible locura de Laura, el andar firme y ligero de Christel, los tres birdies consecutivos de Suzann, el puño de Caroline, el tiro en el 17 de Azahara...
Colección de impagables estampas y sensaciones que quedarán para la historia de una Solheim Cup única. Ganó Europa la edición más igualada de todos los tiempos. Nunca hubo un margen tan corto (15-13). Nunca se vivió con tanta intensidad. Y encima con una española, de Málaga, de San Pedro de Alcántara, sumando el punto decisivo para la victoria. Quién da más. Todo el equipo europeo posando en el green del 18 con la foto de Seve fue el colofón perfecto a una emoción inolvidable.
La jornada final de la Solheim tuvo de todo. Temblaron los cimientos del Killeen Castle. Sus piedras fueron testigos hoy de una batalla que nada ha tenido que envidiar a las que se vivieron por estos lares en la Edad Media. En lugar de caballeros con lanzas, aquí estaban las mejores jugadoras del mundo con sus palos de golf.
Esos palos también pueden ser armas precisas de aniquilar enemigos cuando están en manos de jugadoras como Catriona Matthew. La escocesa ha sido un vendaval ante Paula Creamer. Apenas llevábamos tres horas de juego y Estados Unidos había perdido ya a sus dos mejores bazas. Ambas por derribo. Cristie Kerr ni siquiera pudo salir a disputar su punto por una lesión en la muñeca. Sus lágrimas de impotencia y rabia en el campo de prácticas también pasarán a formar parte de la historia. Mientras, Paula Creamer nada podía hacer ante una incontenible Matthew. El putter de la escocesa fue una maza. Sí, como la que empuñaba el mítico William Wallace.
Estados Unidos quedaba descabezada a las primeras de cambio. Quien pensara que esto iba a descomponer al equipo de Rosie Jones, andaba muy equivocado. Ningún tembleque. Las americanas son de granito. Por eso tiene más mérito aún esta victoria de Europa. Pressel recogía el estandarte y tumbaba a Nordqvist tras una actuación excepcional. No es fácil remontar a la sueca un partido match play, pero la rubia estadounidense es de armas tomar.
Stacy Lewis también resistía ante una poderosa Sophie Gustafson. Inmutable. Impenetrable. Majestuosa. La sueca se habría merendado hoy a cualquiera que se le hubiera puesto por delante. Pero Lewis fue un hueso y la llevó hasta el hoyo 18. Cualquiera habría dudado ante una rookie con semejante desparpajo. Y con ese putt. Pero Sophie es mucha Sophie. Las ha visto de todos los colores y se las sabe todas. Aguantó. Impertérrita. Dominando siempre el partido. El tiro de gracia lo dio en el 18. Imposible responder ya ante tanto poderío. La dejó a dos metros para birdie... Y Lewis claudicó.
En medio de tanta batallas, dos suspensiones por lluvia y tormenta eléctrica. Más nervios, más tensión. Alguna mirada desencajada. Sólo las más fuertes podían sobrevivir hoy.
La tarde empezó a pintar gris para Europa. Los partidos que estaban en medio de la jornada iban cayendo como churros para Estados Unidos: Kim contra Maria Hjorth, Hurst contra Reid, Lang contra Gal... El resto estaba igualadísimo, aunque tirando al rojo americano. Hedwall iba por detrás, Davies también, Wie llegaba a ponerse por delante de Pettersen, Stanford empezó ganando a Azahara...
Sólo mandaba Boeljon ante Lincicome, pero la ventaja de la novata holandesa siempre fue muy exigua ante toda una ganadora de un major. Pero Boeljon aguantó. Vaya si aguantó. Qué forma de patear. Qué determinación. Menuda jugadora Solheim. Alma pura de match play. Fuera del campo tiene cara de no haber roto un plato en su vida. Dentro de las cuerdas su mirada es felina. Mentón alto, andar rápido... Llegó al hoyo 18 y remató la victoria con un tirazo espectacular.
El medio punto que dejó escapar una siempre imprevisible Laura Davies no ayudó demasiado. Parece inexplicable que una jugadora de su calidad y experiencia mande al búnker la bola a menos de 100 metros de green cuando le valían dos putts. Pero igual de inexplicable e impresible es cuando enchufa tres magníficos putts de par y de birdie para seguir viva en el partido y con ventaja. Lo mismo. Todo cuenta. Ella es así.
Pese a este traspié, la victoria de Boeljon funcionó como el cuerno de un ejército que llama a la batalla. Pettersen y Hedwall, tocadas y casi hundidas, despertaron. La Número 2 del mundo recordó quién es. Y lo hizo en el mejor momento posible. Cuando lo hacen las grandes. A falta de tres hoyos se puso uno abajo contra Michelle Wie. Qué poco tiene que ver esta Wie con la de hace tres o cuatro años. Se echó el equipo a la espalda y brilló a un nivel espectacular. Pero se encontró a una jugadora mejor que ella y con un hambre atroz. Pettersen hizo un birdie soberbio en el 16, embocando un putt fantástico de unos siete metros. Empate. En el 17 pegó un tirazo. Soberbio. A menos de dos metros. Wie respondió con un putt de birdie sensacional de seis metros. La noruega mantuvo la calma y remató el birdie. No era un putt fácil. Cuesta abajo, delicado y sabiendo que tu rival ya había hecho el birdie. Lo mete. En el 18 lo borda. Otro tirazo y tercer birdie. Le da la vuelta al partido. Gana su punto. Suzann, te mereces el Número 1. Hoy, al menos. Tseng, mucho ojo. Tiembla la tierra en Irlanda.
Caroline Hedwall no estaba por la labor de marcharse de esta Solheim perdiendo su punto. No, ella no. Con esa garra, con ese coraje, con esa determinación, con esa manera inconfundible de vivir el match play... Que no. Fue perdiendo todo el partido ante una jugadora que se ha hecho mayor en esta Solheim Cup. El despliegue de Ryan O'Toole ha sido magnífico. Hay jugadora para rato, por mucho que ahora mismo esté más allá del puesto 100º del ránking mundial. Pegadora, sobria, concentrada y con un putter descomunal. O'Toole se sentía ganadora en el 16. Iba dos arriba y pateaba para par desde más cerca que Hedwall.
La sueca metió su putt y lo celebró como si ya hubiera ganado la Solheim. Competición en estado puro. Le hizo sentir a O'Toole que no estaba vencida, que debía rematarla y apuntillarla si quería su punto. La americana falló. Y ahí se dio cuenta de que se le podía escapar el partido. Hedwall creció. No falló golpes, metió presión y aprovechó los fallos de O'Toole para rescatar medio punto. Su tiro en el 18 fue impresionante. Pasó por encima de la bandera, pero fue larga y la bola botó en el rough. Sin embargo, con toda la fe que imprime la nórdica a su juego, la pelota, con mucho backspin, se abrió hueco entre las hierbas altas, como si llevara un machete, brizna a brizna, y se paró a dos metros de la bandera. O'Toole, descolocada, falló su tiró, se fue al rough y volvió a fallar el approach. El medio punto estaba en el bolsillo.
Al mismo tiempo, se producía el tiro que marcará para siempre esta Solheim Cup. Azahara Muñoz, desde la calle del 17 y con el partido empatado. En ese momento, su punto era fundamental porque Hedwall estaba contra las cuerdas. La malagueña pegó un tiro perfecto. Increíble. Sensacional. Gesto de concentración. Con la bandera de Europa pintada en la cara. Determinación. La pelota voló y voló y cayó a poco menos de un metro de la bandera. Un tiro que vale una Solheim Cup. Un tiro sólo al alcance de jugadoras privilegiadas. Pasión.
Stanford falla su putt de birdie desde unos seis metros y Azahara remata embocando ese metrito para ganar la Solheim. Hedwall acaba de amarrar su medio punto y la española también tiene medio en el bolsillo pase lo que pase en el 18.
La Solheim se queda en Europa. Ocho años después, el Viejo Continente recupera la Copa. Es la cuarta de la historia. Ya llueve menos en el palmarés. Estados Unidos tiene ocho. Pero algo dice esta puede marcar un punto de inflexión. Porque Europa ha ganado con una generación de jóvenes jugadoras que viene pisando muy fuerte, que no tiene miedo a nada y que mira a la cara a las mejores del mundo.
Y, sobre todo, porque esta Solheim tiene sabor español. Y ya sabemos lo que hizo un español con la Ryder Cup...

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